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October 12, 2025

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Usborne KNOWHOW Omnibus Volume One

Welcome back! Today, we’re diving back into a compilation that defined childhood creativity for so many of us: the Usborne KNOWHOW Omnibus Volume One. This beast contains six amazing books, and it’s one we’ve been looking forward to. If you’ve seen our previous videos on the Usborne KNOWHOW series, you know what a goldmine these are. Let's not waste any time.

We start with arguably the most-used book in my own collection: The KnowHow Book of Paper Fun. Who else spent hours tearing, folding, and gluing? The results? Well, they never looked quite as crisp or wonderful as the photos in the book. My paper planes were lopsided, my paper chains were a bit of a mess, and the folding projects... let’s just say they had character. But that’s the magic of it, isn't it? The sheer excitement of doing it, and seeing a surprisingly funny, maybe even charmingly pathetic, result at the end was more than gratifying. It taught you that the process was the reward.

Next up, the volume responsible for making the biggest mess in my house: The KnowHow Book of Print and Paint. I used this one quite a bit, too! We’re talking potato printing, stamping, simple screen-printing techniques... basically, anything that involved dipping something in brightly colored paint and slamming it onto a piece of paper. You were a real artist for the afternoon, even if your hands, the table, and somehow the dog ended up covered in poster paint. Absolute chaos, but so much fun.

Then we move to The KnowHow Book of Flying Models. The hope, the ambition! We were building masterpieces: gliders, paper helicopters, and elaborate flying toys. In reality? Many didn't stay in the air for very long. They were beautiful, though! They had that aspirational Usborne look—clean lines and bright colors. They might have plummeted to the ground within seconds, but for those few glorious moments they were airborne, you felt like an aeronautical engineer.

Our fourth book is The KnowHow Book of Puppets. This one was gorgeous. The designs were very pretty, but I have to admit, I didn’t use it much. My puppet experience was mostly limited to the cloth creations we made in school, and the projects in this book seemed to need a lot more adult help, time, and specific materials than I had access to. Still, it was a wonderful read. It planted the seed of what you could make, even if you never actually made it.

And that feeling of aspiration carries right through to our final two books for this video: The KnowHow Book of Action Toys, followed by The KnowHow Book of Action Games.

Similar to the puppet book, I loved reading these. The toys and games they outlined—the mechanical contraptions, the complex board games—seemed so intricate and cool. But as a kid, they felt like monumentally difficult projects to tackle solo. I always thought, "Maybe with a little help, I could build that incredible marble run." These were the books that showed you the potential of making and designing.

And that brings us to the end of the first half of this massive compilation! From the simple chaos of paper and paint to the challenging ambition of action toys, Volume One has already given us a huge dose of creative nostalgia.


But don’t worry, that’s only half the story. The Usborne KNOWHOW Omnibus Volume One actually contains six books, so you know what that means...

...join me next time for Part Two, where we’ll explore the remaining three books and finish off the KNOWHOW Omnibus Volume One! You won’t want to miss it. Thanks for watching, and let me know in the comments which one of these was your favorite!

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October 09, 2025

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Las cacatúas y el fruto prohibido

En el corazón de un bosque de canela y ébano, vivía una gran bandada de cacatúas. Su hogar era un vergel de eterna primavera, donde el alimento era tan abundante que jamás conocieron el significado de la escasez.

La vida se regía por la sencillez y la alegría compartida. Las cacatúas vivían en grupos sociales, criando a sus polluelos en parejas que se elegían con la promesa de la longevidad. Sin embargo, no todo era espontáneo.

El orden estaba vigilado por las Cacatúas Guardianas, un grupo selecto que conocía y hacía cumplir las normas ancestrales. Estas normas, decían, provenían de la Gran Matriarca, un ser mítico, la supuesta madre de todas las cacatúas, a la que nadie había visto jamás.

De entre todas las reglas, había una que destacaba por su misterio: la prohibición de comer los frutos de un árbol singular. Este árbol daba unas bayas brillantes, del color del amanecer, que eran la única fruta que crecía solitaria en su especie. El resto de las cacatúas aceptaba la regla con indiferencia, pues el bosque les ofrecía miles de otras delicias: nueces, semillas y jugosas frutas que podían comer sin culpa.

Pero una pareja joven de cacatúas se sentía incómoda con esta prohibición. No era el sabor de la baya lo que anhelaban, sino la comprensión. "¿Por qué esta sola fruta está vedada, si tenemos tanta comida?", se preguntaban. Las Cacatúas Guardianas simplemente respondían: "Así lo ha querido la Matriarca. La obediencia es el alimento del orden." Para la pareja, la prohibición se sentía arbitraria, una sombra innecesaria en la luz del paraíso.

Un día, la pareja tomó una decisión. Con gran sigilo, esperaron la quietud de la siesta. El macho de la pareja se posó en una rama del árbol singular y tomó una baya; la hembra vigiló desde una rama alta. Probaron el fruto, dulce y acidulado a la vez, y no sintieron nada diferente. Ningún trueno, ninguna enfermedad. Simplemente, un nuevo sabor.

Pero a pesar de sus precauciones, una Cacatúa Guardiana, astuta como un halcón, las había observado.

La noticia del acto se extendió como un siseo por la bandada. No hubo negociación ni perdón. El mismo día, las Cacatúas Guardianas se presentaron ante la pareja, con las crestas erguidas, y dictaron la sentencia ancestral: la expulsión. El paraíso tenía sus límites, y la desobediencia, por trivial que fuera, era la frontera.

Con el corazón apesadumbrado pero la conciencia tranquila, la pareja abandonó el bosque de canela. Volaron durante horas, hasta que el denso follaje del paraíso se hizo pequeño a sus espaldas.

Al descender en el nuevo territorio, sintieron el silencio. No había Cacatúas Guardianas ni la sombra mítica de la Matriarca. Y para su asombro, descubrieron algo: este nuevo bosque estaba lleno de árboles singulares. Cientos de ellos. Las bayas brillantes, del color del amanecer, crecían por doquier, sin ninguna prohibición.

Comieron los frutos a voluntad. La fruta que había causado su destierro era, sencillamente, una fruta más.

La pareja de cacatúas prosperó en el mundo exterior. Cuando sus propios polluelos nacieron y crecieron, la pareja les enseñó a picotear todas las semillas, todas las frutas y a probar todos los sabores.

"Comed libremente", les decían a sus crías. "Aseguraos solo de que el alimento sea bueno para vuestro cuerpo y no esté envenenado. Pero sabed que la única prohibición real es la que surge de la necesidad o de la salud, y nunca la que es impuesta sin razón."

Así, la pareja de cacatúas vivió feliz, habiendo encontrado la verdadera libertad no en un vergel, sino en la comprensión.

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October 05, 2025

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El búho y el camaleón o la paradoja de la visión

En el corazón de un denso bosque, vivía un camaleón cuya vista era la envidia de todas las criaturas. Con sus ojos independientes, podía escanear absolutamente todo lo que lo rodeaba, percibiendo cada hoja que caía, cada sombra que se movía. Su visión era panorámica y total, una ventaja que usaba para evitar cualquier sorpresa. Sin embargo, esta vigilancia constante lo mantenía en un estado de preocupación incesante; vivía temiendo lo que podría pasar en cualquier punto de su vasto horizonte. Al tratar de tenerlo todo cubierto, perdía el control sobre su propia calma, lo que lo hacía débil y lo distraía de lo inmediato.

En contraste, habitaba en una rama alta un gran Búho. Sus ojos, grandes y fijos, le otorgaban una visión muy limitada en comparación a la del camaleón, obligándolo a enfocarse profundamente solo en lo que tenía justo delante. Su perspectiva era enfocada y profunda, dedicando toda su atención a analizar en detalle un sector importante, pero pequeño si lo contrastamos con el del camaleón. Este enfoque reducía su percepción de la amenaza general, pero intensificaba su capacidad de acción dentro de su foco.

Una tarde, mientras el Camaleón se esforzaba por monitorear un peligro a su derecha y otro a su izquierda, se concentró tanto en lo lejano que no prestó la debida atención a la rama que tenía justo enfrente. El Búho, que había estado observando esa rama con su habitual concentración, descendió en silencio. A pesar de la visión total del Camaleón, fue atrapado con una precisión desconcertante.

El Camaleón, inmovilizado y confundido, exclamó:

—¡Pero cómo es posible! Yo lo vi todo, mi visión cubre todo el círculo. ¡Usted apenas puede ver de frente!

El Búho apretó un poco su agarre y respondió con voz profunda:

—Es verdad. Yo solo veo una pequeña porción de tu increíble visión, y en esa incertidumbre se basa mi método. Tú ves todo y por eso no ves nada con la suficiente claridad. Vives atrapado por la posibilidad de que todo suceda.

El Búho hizo una pausa y continuó:

—Para vivir y actuar con efectividad, no necesitas tener una certeza completa. Solo debes enfocar tu acción y preocupación en aquello que realmente puedes gobernar y asegurar. Ese es tu objetivo principal. En cuanto a todo lo que está completamente fuera de tu poder, debes simplemente cuidarte de que no te pueda derrotar. No gastes tu energía en tratar de abarcar todas las posibles amenazas, sino en asegurar la solidez de tu posición en lo que controlas. Tu gran visión, al buscar evitar cualquier sorpresa, te hizo perder la calma y la capacidad de responder a la amenaza enfocada. La dosis justa de preocupación es la que te impulsa a la acción, no a la parálisis.

El Camaleón, al fin, comprendió la paradoja de su visión. Su capacidad omnicomprensiva, en lugar de darle seguridad, le había generado una preocupación que lo había debilitado y lo había distraído del ataque que venía de la zona que sí debería haber controlado: su frente. La incertidumbre, si no se maneja con enfoque, anula la ventaja de la perspectiva.

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